En tu cariño legendario, encuentro pesquisas en las repisas, a veces pasadizos hechos trizas y otras miradas como patadas. Siempre es bueno guardar corazones en los cajones, miras adaptadas con tufo a futuro loco aunque se intuya sangrienta grieta o desconchón en el colchón. Con cierto requisito de pisadas, me sirven algunas rimas tapadas para sentir media vida -made in diva- con latido de cacao.
Construyo nidos en domingos dormidos de flojera descontracturante, liberando líquido lingual. No ando limitando las rectas ni militando las sectas.
Hay noches en las que en el humo me esfumo para ir triturando las trampas, deliberando incisiones, dorando heridas…
No hago caso del contrato desconcertado que en cláusula obliga a alejarse del contacto con los guiños, alienando el instinto y sin premio al mestizaje. Solo necesito décimas de discurso para asimilar el néctar, para no tropezar en la línea y seguir con el apremiante aprendizaje.
Un día ves como los barcos que fletan, sin cobros de aduana, llevan como carga un adonis de dominó y una parturienta impar que grita sin parar, ¡maravíllese de la marea! En la bodega, de contrabando, lleva pócimas en discos duros, lecciones comedidas y comedias para llorar.
Y al final del camino se adivina el divorcio en el diván mientras bebo despacio una tila de latido.