22 jul 2009

Lluvia ácida

Las ramas del árbol cantaban canciones rusas y es que la lluvia ácida es una buena percusionista de corteza de roble.
Noté como alguna gota calaba mi piel atravesando tejidos, tendones, venas hasta descubrir pequeños círculos de pulcro hueso de color blanco roto. Las noté como un cosquilleo, como un crujir.
Sin embargo otras no se sentían en absoluto, era necesario perseguirlas con la mirada para ver por donde actuaban.
Abrace una mano a otra y un brazo tiró del otro mientras hinchaba de aire mis carrillos en un intento de reparar tanto agujero pero, si mas se cerraban, mas se abrían, y es que aquella lluvia estaba demasiado enfadada.
Era hora de correr hacia la casa y salir del refugio poco útil del roble.
Por el camino me esponjé y cuando atravesé el umbral era toda trozos de yo cubierta y yo sin cubrir.
Al mirarme en el espejo de la entrada observé mi media cara en canina y media no. No paraba de verme de uno y otro perfil y, la verdad, no sabría decir cual me gustaba más. Las dos mitades tenían su aquel. “Dos puntos de vistas distintos pero igualmente interesantes”.

Oí los sollozos de Trampy, mi amigo espantapájaros que ya llevaba tiempo compartiendo mi enorme y desolado hogar.

-- ¿Qué ocurre, Trampy, querido?

- Tengo mucho miedo a está lluvia asesina. ¡Mira lo que te ha hecho a ti! ¡Que no hará con mi frágil y blando cuerpo de papel!

-- ¡Oh!, querido Trampy, no tengas miedo, aquí estamos a salvo Podemos estar mucho tiempo encerrados esperando que escampe y no nos faltará de nada. Mira, ayer traje un montón de periódicos, usados, como a ti te gustan, para tus rellenos. Y por mi no te preocupes, ya me regeneraré y si no es así, no se, puede que tenga sus ventajas. ¿Verdad que si, cariño, verdad que si?

Ahuequé su carita blanda borrando ese gesto temeroso y devolviéndole su tierna redondez. Luego encendí un fuego de piñas dulces que al poco empezó a desprender ese maravilloso olor a canela grana que combinaba tan bien con los cantos de los robles.

-- ¿Me das un trozo de tu pelo, Trampy? Me apetece leer un rato.

- Claro amiga mía, Eso me traerá calma.

-- Eso es, todo está mejor en calma.

Una sonrisa dulce y serena se dibujo en mi lado carnoso de la cara mientras Trampy se acurrucaba a mis pies esperando el sonido de mis palabras.

2 comentarios:

Felipe dijo...

Qué hermoso... me he acordado de un mini-relato de Kalil Gibrán que me parece magistral y emocionante, no lo tengo delante así que no será literal, pero dice algo así:

SOBRE LAS GRADAS DEL TEMPLO

Una mujer estaba sentada sobre las gradas del templo. Un hombre se acercó y se sentó a su lado. Una de las mejillas de la mujer estaba pálida, la otra sonrosada.

Un abrazo.

Felipe.

Gabriel dijo...

Aterrador. Mucho más por la falta de prisa muy bien manejada en cada párrafo. Un ritmo angustioso, logrado con una mueca que sustituye a la sonrisa y con lágrimas que no querrán jamás fundirse con esa lluvia.
Una maravilla, niña.
Besos.