La noche abierta a puñaladas
sangra su vacío.
Mi mano se agrieta de palpar aire.
El silencio agarra mi cara,
mete su lengua hasta el final de mi aliento
y su saliva de azufre, con sus humores,
disuelve mis entrañas
hasta que solo queda
la cáscara del insecto que fui.
2 comentarios:
De estas tres últimas entradas, ésta es mi favorita ¡Qué imágenes!
Ole.
Felipe.
¡Qué metamorfosis!
Me da la impresión de que sólo el amor, el puro sin definiciones, puede hacer que estallen los cuerpos de esa manera que tú dices.
Qué bueno.
Besos.
Publicar un comentario