19 jun 2008

El Sótano

Bostezo fuerte y las lágrimas se cuelan por el meridiano de mi boca desatando mi pastosa lengua. Este despertar me sorprende aún metida en el agujero de la decepción, la frustración y la impotencia.

Me sorprende y no se por qué. Nada nuevo que no ocurriera ayer pero se ve que cuando consigo dormir dos horas a saltos, como narcolépsica eventual, el instinto de supervivencia hace bien su trabajo, baja los interruptores y el silencio o la no vida se adueñan de mi macabro parque de atracciones.

Despertar llorando y bostezando a la vez me hace parecer menos masculina y eso me alivia.

Este agujero, este zulo donde vivo me recuerda a aquel donde trabaja LLiviana, puta, mellada y gorda rumana de 25 años que sonriente parece disfrutar de una vida llena de pollas de todos los olores y sabores, en una habitación bajo el suelo.

La luz hepática del cubículo deja entrever aquel cuerpo de manzana con anchos hombros y grandes tetas sobre unas ridículas piernas que parten de un culo invertido.

La humedad de su sótano que decora las paredes, las sábanas e incluso el caparazón de las cucarachas también adorna de perlas amarillas el cuerpo de LLiviana. Y ella cantando entre dientes, a cuatro patas, enseña su tanga favorito, el de todos los días, que mas bien parece una cicatriz de mal cirujano incrustada en sus carnes vibrantes.

¿Por qué LLiviana sonríe feliz mientras muestra su vida de topo bajo el hormigón en el canal Odisea? ¿Por qué habla de sus raptores como de si hermanos mayores se tratara?

Un margarita bien cargado es la única flor que espera recibir cada noche.

¿Por qué ella es feliz mientras yo lloro y bostezo a la vez como una muñeca averiada?

11 comentarios:

Gabriel dijo...

Tan bien escrito, pero tan desgarrador lo que se cuenta, que puede más el cuento que el escrito.
Feliz vuelta, para intentar algún día ayudarte a responder la pregunta con que terminas.
Besos.

Isa dijo...

Sí, desgarrador, tremendo análisis y a la vez cuestionario de dos realidades. Sólo se me ocurre decirte que es la aceptación de la propia realidad y a la vez el conformismo, y por qué no, la ignorancia, todo eso, lo que nos salva de la amargura. De la infelicidad.
Lliviana acepta su vida, su culo, sus tetas y la humedad que la envuelve. Y con todo, no creas; alguna vez llorará.

Isa dijo...

Me olvidé de decirte que me alegra tu vuelta. Besos.

Anónimo dijo...

Desgarrador y como siempre magnífico texto. Me ha encantado verte por aquí no conocía este blog

Anónimo dijo...

"Un margarita bien cargado es la única flor que espera recibir cada noche".

Me quito el sombrero para enviarle un beso.

Anónimo dijo...

Hola Diáfana, soy Beli. Primero gracias por tu comentario a mi cuentecillo para desentumecer la pluma y luego felicitarte por este relato tuyo.No seré nada original, lo sé, pero me desgarra el alma el llanto de tu protagonista y no la sordida vida de esa joven rumana dedicada a satisfacer bajos instintos. No sé si "gustar" es el verbo addcuado, pero...me ha sorprendido.

Anónimo dijo...

Un bostezo como un grito en silencio...besos y cuidate!

david montero dijo...

hola diafana... visito tu blog ahora que vuelvo a frecuentar el mío. gracias por tus comentarios. me encantaba el de pasteleo, y este que ahora comento... un gusto leerte. besos

Anónimo dijo...

Un día nos tomamos un margarita juntas y te respondo...

Besitos

Xuan dijo...

Algunos no sabemos apreciar lo que tenemos y otros se aferran sin sentido a lo que tienen.

Anónimo dijo...

Hola, nunca había escrito, pero creo tener una respuesta para lo que planteas en tu relato.

Lo que nos diferencia de Lliviana es que en el macabro parque de atracciones de la vida ella ha salido de un terrible tunel del terror al que nosotros aún no hemos entrado.
¿Quién es más desgraciado el que sufre pero no ha conocido más que el dolor en su vida? o el que nunca ha conocido el dolor y se lo encuentra de repente?...

Magistral relato y un abrazo.